El día de San Valentín es mi Super Bowl. No quiero ni escuchar sobre que es un día comercial, que el marketing y que qué se yo. Soy bien consciente de que vivimos en un mundo excesivamente capitalista que busca lucrar con absolutamente todo, desde lo más preciado hasta lo más terrible de la vida. Creeme, es un peso con el que a veces me cuesta convivir.
Pero también creo que somos capaces de darle a las cosas el significado personal que deseemos darles, el famoso libre albedrío, que muchas veces se nos olvida que está al alcance de la mano.
Ayer recibí un mensaje que me dejó reflexionando: “¿cómo hacés para encontrar la magia en todo? enseñame”. Es una elección consciente, y reemplazaría la palabra “magia” por “amor”. Yo veo amor en todo, incluso en lo que al principio odio y quisiera desterrar de mi vida, elijo conscientemente ver el amor ahí también. Es una manera de ordenarme, de orientar mi propio sistema, y sobretodo de romantizar la vida… que estoy convencida es todavía más espectacular en lo ordinario que en lo extraordinario.
Me gusta San Valentín porque siento que gran parte de la sociedad entiende como vivo yo prácticamente todos los días, y muchas veces hasta tengo que bajarme el volumen interior porque me siento tan sobrecogida por lo banal de existir que me falta el aire, se me cierra el pecho y no puedo entender cómo decidimos que era una buena idea crear trabajos, órdenes, reglas y convenciones sociales cuando nacimos para estar desnudos al lado del mar comiendo fruta y contemplando el día pasar. No me entra en la cabeza.
En una fecha como hoy está la decisión, de nuevo, consciente de elegir sufrir porque tal vez no estoy viviendo “el amor que me dijeron que debía vivir”, o aprovecharla para ver todo el amor que YA hay en mi vida, que seguramente no sea menor, y que muchas veces es la red que sostiene el entramado de nuestro pulso y paso por esta Tierra.
Hacer el ejercicio de poder decir:
Veo al amor en este desayuno que me armé.
Veo al amor en las verduras que están en casa y nacieron de esta Tierra.
Veo al amor cuando me miro en el espejo.
Veo al amor en mi concepción personal de Dios.
Veo al amor en cada libro que está en mi repisa y que fue escrito por otro ser humano (y las cosas que habrá pasado este ser humano para poder escribirlo).
Veo al amor en el sol, en el cielo, en la luna, en las estrellas, que me recuerdan que yo también soy un milagro cósmico.
Veo al amor en la gente en la calle que seguramente tenga corazones felices, corazones rotos, historias interesantes, amantes, parejas, miedos, tristezas y alegrías.
Veo al amor en mis amigas que me vieron cuando yo no podía verme.
Veo al amor en cada ítem que elegí para decorar mi casa.
Veo al amor en el tiempo que me quedé de más cuando me tendría que haber ido, y me quedé por amor.
Veo al amor en la tenacidad con la que me elijo todos los días.
Veo al amor en cada poema que leo en redes sociales.
Veo al amor en los mensajes de “¿cómo estás?” de mi familia.
Veo al amor en una película que elijo poner en mi casa.
Veo al amor en el mate que me preparo exactamente como a mí me gusta.
Veo al amor en mis ex parejas, y decido quedarme con eso.
Veo al amor en mis ahijados, en sus abrazos, en sus palabras, en que sepan que soy incondicional.
Veo al amor en cada decisión difícil que tomo por mi bienestar a largo plazo.
Veo al amor cuando pongo límites.
Veo al amor en mí cuando perdono.
Veo al amor cuando hago el ridículo probando algo nuevo.
Veo al amor en la Nicole de 16 años que se escapaba del colegio, por amor.
Veo al amor en el futuro que todavía no llegó pero que siento acercarse cada vez más.
Veo al amor en la gente caminando de la mano por la calle.
Veo al amor en el que me trae los paquetes de Andreani y sabe que si no estoy se los puede quedar hasta que podamos encontrarnos.
Veo al amor en las personas que intentan todos los días transformar su historia, volviéndose los personajes principales de sus obras.
Veo al amor en mi equipo, en cada mensaje respondido, en cada pieza armada, en cada idea, veo que lo hacen por amor.
Veo al amor en mí cuando confío, aunque sea un 1%, en que voy a poder.
La magia está.
El amor también.
Sólo hace fatal que elijas ese filtro para verlos.