Un compartir desde lo profundo de mi oscuridad
Estoy en Orlando, sola, haciendo algo que en algún momento alguna de mis tantas versiones tuvo ganas de hacer. Vine a un retiro que tiene mucho hype atrás, y sé que estoy viviendo el sueño de muchas personas.
También hace 3 días que estoy con la peor ansiedad que recuerdo haber sentido en los últimos años, asustada (mejor dicho, aterrorizada), prácticamente sin salir de la habitación, y debatiéndome internamente si volver a Argentina 20 días antes, o si tengo la fuerza suficiente para quedarme.
Con todas las herramientas, toda la información, todos los cursos, todos los años de terapia, todo mi trabajo interno, me encuentro en este lugar.
Y sí, ¿en qué momento pensé que sumar todo eso era equivalente a dejar de ser humana?
Cuando observo mi mundo interior, dentro de todas mis partes…
Hay una gran parte que está frustrada, enojada, decepcionada.
Hay una gran parte que tiene mucho miedo.
Hay una gran parte que se siente sola, porque las batallas de salud mental las atravesamos nosotrxs con nosotrxs, y aunque tuviese a alguien al lado la ansiedad la siento yo y solo yo.
Hay una gran parte que se mantiene en calma.
Hay una gran parte que se pregunta “¿para qué esto ahora?”.
Hay una gran parte que quiere salir corriendo.
Hay una gran parte que quiere quedarse acá.
Todo esto es cierto, y todo esto coexiste adentro mío, hoy, acá, ahora.
Escribo, primero, porque siempre he tratado de ser lo más honesta, vulnerable y responsable con mis procesos. Sé que no soy la única sintiendo algo así, salvando las distancias, lamentablemente estamos atravesando colectivamente una emergencia en cuanto a salud mental y sigo sacando de esto la certeza de que mi trabajo continúa teniendo que ver con profundizar en el fortalecimiento de mi sistema nervioso y poder compartir y expandir esas herramientas a otrxs. Y estos momentos donde conozco la contracción de mi sistema nervioso TAMBIÉN forman parte del espiral evolutivo en el que me encuentro.
También escribo para poder tomar perspectiva y ver que aún cuando parece que “estoy en el mismo lugar en el que estaba hace 6 años”, hay una sabiduría subyacente que me sostiene y me demuestra que no es tan así, que puedo ver esto que estoy sintiendo hoy desde otro lugar, y que el agua del río ha pasado: ni yo ni el río somos los mismos.
Escribo para recordarme que estoy sola únicamente en apariencia, porque siempre tengo a Dios a mi lado.
Y también escribo para que esto resuene como un aviso en quien tenga que resonar, algo que me hubiese gustado realmente COMPRENDER y no solo leer como una frase cute en instagram: no esperes a quemarte para detenerte, para cuidarte, para priorizarte. Mi gran aprendizaje sigue siendo dejar de poner a las expectativas y los deberes que vienen de la mano con la vida que creé por encima mío, porque si yo no existo, esa vida tampoco existe. La sobreexigencia, la sobrecarga, el sobreestímulo, las miles de responsabilidades sin fin, tarde o temprano nos agarran de la mano y nos hacen verles frente a frente a los ojos para encargarnos del resultado que vino de no escucharnos.
Todavía no sé qué voy a hacer, no sé si me quedaré, no sé si me iré. Solo agradezco, en medio de todo esto, poder estar lo suficientemente presente con mi dolor, con mi angustia, con mi desesperación, con esta noche oscura del alma, como para saber que esa es una decisión que aún puedo tomar y que depende de mi.
Y eso me recuerda que, afortunadamente, no todo está perdido.
Vuelvo a empezar.