Todo el tiempo está pasando algo
y ahora está pasando que me voy de viaje sola por más de 40 días
Estoy escribiendo esto en el aeropuerto, antes del primer vuelo que me va a llevar a mi próxima aventura. A veces me pregunto si algún día me voy a calmar, si esta necesidad imperiosa de ir a lo profundo, explorar, abrir puertas, saltar líneas de tiempo se va a detener (o al menos a mermar).
Por ahora, la respuesta es un rotundo y claro NO. Y acá estoy, una vez más, sentada en la sala de embarque, llorando, mientras agradezco saber el teclado de memoria para que el flujo de palabras no se corte en medio de mi pico dramático.
No sé cómo hago para habitar constantemente estos dos polos: detestar el cambio y tenerle miedo Y al mismo tiempo estar buscándolo constantemente. La verdad es que ahora estoy aterrada y queriendo encontrarme con la Nicole del pasado que pensó que esto era una muy buena idea para tener una seria charla, ¿no puedo volverme a mi casa? ¿no puedo decir que no? Quiero dormir en mi cama, quiero estar con mi novio, quiero quedarme “quieta”.
Siendo sincera, “quieta” no estoy nunca, de hecho los meses que paso en Argentina suelen ser los más movidos y desestabilizantes de todos. Cada vez que volvemos me siento una planta a la que están arrancando de su maceta para sanearle las raíces, y me cuesta un buen tiempo volver a encontrar mi comodidad en el nuevo espacio donde me planto después.
En estos casos, donde no termino de entender porqué estoy haciendo lo que estoy haciendo, me entrego a parte de mi Diseño Humano (y agradezco una vez más que sea parte de mi vida). Mi motivación es la esperanza: realmente no me queda otra más que confiar en que esto forma parte de un plan que aún no entiendo, pero que en el panorama general de las cosas va a tener sentido.
Siento que es importante habilitar todo y no obligarme a “sentir” o “vivir” algo que en este momento no siento. Hay una culpa muy grande que aparece cuando me encuentro así, como si el hecho de yo misma haber sacado el pasaje me inhabilitara para sentir la tristeza que siento ahora que, efectivamente, me estoy yendo. Estoy un poco cansada de sostener estos personajes, me quiero permitir derrumbarme un ratito más.
Con todo, me permito seguir llorando aunque tenga a varias señoras mirándome extrañadas: cada viaje es un duelo. Me despido de una Nicole, una manera de vivir, sentir y pensar, me despido de todo lo que me voy a “perder” acá, me despido también un poco de esta línea de tiempo. Puedo sentir cómo se va abriendo el camino bajo mis pies, así sean unos pocos centímetros de visibilidad, me permiten vislumbrar que hay algo grande detrás de la neblina actual.
Y después. ¿qué voy a hacer?
Lo de siempre.
Confío, una vez más.