“Creo que toqué fondo”.
Esas palabras salieron de mi boca, sin desesperación, simplemente como una realidad que le dije a mi terapeuta. Este es mi fondo, por fin. Vengo en un proceso espiralado hacia abajo desde 2023, viendo que pueden coexistir dos sentimientos muy diferentes: estoy agradecida por todo lo que me llevó al colapso y al subsiguiente fondo, y al mismo tiempo, estoy en duelo por la persona que era y que dejé de ser.
Trabajo somáticamente conmigo y con los demás hace ya varios años, y mi expresión somática más clara aparece a través de imágenes que veo en mi mente y siento en todo mi cuerpo. Creo escenas hasta en esa situación, donde estoy vulnerable, es mi idioma el de armar distintos actos. Desde la semana pasada veo claramente ese fondo del mar: estoy sentada sobre arena blanca, la luz de la superficie llega hasta abajo, el agua está calma y transparente, la temperatura es la misma que la de mi cuerpo, pasan los peces alrededor mío, simplemente estoy reposando por fin después de estas mil leguas de viaje submarino. Miro hacia los costados y veo los caracoles, me vacío los bolsillos, empiezo a decidir qué voy a llevar conmigo cuando suba - porque tengo claro, voy a subir, y la subida es inminente.
La primera parte de este viaje a lo profundo no fue tan serena, no te voy a mentir. Me aferré con uñas y dientes a los restos del naufragio, quise subirme a la puerta flotante y ahora entiendo por qué Jack se ahogó en Titanic: a veces, aunque quieras, ese salvavidas que se ve no es para vos. Empecé a hundirme con terror, con desesperación, con angustia, ¿cómo no iba a hacerlo? A mi nadie me contó que yo tengo la habilidad de respirar abajo del agua.
Hay algo en la rendición, en entregar a la vida lo que es de la vida, a los ritmos orgánicos lo que pertenece a ellos. Todos mis planes de futuro se fueron al tacho: la vida que iba a vivir en pareja, casarme, yo calculaba que por esta fecha ya estaría buscando quedar embarazada, hacer una casa, plantar un árbol… lo único que se mantuvo fue la salida del libro. Del resto, ni noticias. Son pedazos de cuaderno que perdí en medio de esta bajada abrupta al fondo del mar.
Curiosamente, con cada papel que iba dejando ir, iba soltando también una parte de mi personalidad creada desde la supervivencia. Tuve que rebuscármelas desde muy chica para poder sobrevivir. No creo haber contado nunca mi historia completa, seguramente sea parte de algún libro en algún momento, pero termino de entender la magnitud de las cosas que viví cuando las cuento en terapia y veo los ojos de quien tengo enfrente abrirse, y todos llegamos siempre a la misma conclusión, con risas porque para mí el humor es un recurso fundamental de todos mis procesos: bastante bien saliste. Creo que la más graciosa fue cuando me dijeron “realmente podrías haber terminado en una zanja”. Lo tengo claro.
Ahora que estoy en el fondo, también estoy un poco en el útero. Esta imagen que se me vino, del agua, agua a temperatura corporal, agua cómoda, agua donde floto, me siento, me muevo, donde puedo expandirme y contraerme, agua que me sostiene, me lleva un poco a eso. Tener la oportunidad de parirme de nuevo, de elegir a partir de acá cómo quiero salir al mundo, de qué personajes ya pueden colgar los disfraces porque no los vamos a volver a usar, y especialmente, de aceptar por fin la grandeza de mis sueños, mis deseos y mis anhelos.
Quise durante mucho tiempo obligarme a ser tradicional, a tener deseos “normales”, a pertenecer de una vez. Mi manera de moverme por el mundo se siente más como un vals a paso libre que como una coreografía armada, hay un vaivén, un oscilar que a muchas personas les resulta incómodo, ¿cómo puede ser que te muevas con tanta facilidad hacia adelante como hacia atrás?
En el fondo hay espacio para dejar ir aún más, pero lo que me resulta interesante es toda la tierra fértil que tengo para mis nuevas semillas, para mis plantas subacuáticas que crecerán sumergidas tanto como podrán buscar aire. Ya no quedará una parte mía enterrada ni una parte mía sofocada, pidiendo esta cualidad acuática que tanto me interpela y representa, la misma que hace que busque constantemente viviendas con bañera porque necesito ponerme en reposo y flotar para poder ordenarme.
Empieza una nueva forma de crecer, que integra las dos partes: la que puede flotar en el agua y la que tiene la capacidad de extenderse sólidamente como un roble. Ambas dos son igualmente vitales y necesarias para mí, seguiré siendo esta contradicción, porque me hace falta tanto el aire como el mundo submarino para poder desarrollarme.
Y en este reclamo de mi sensibilidad, se quedan fuera de mi campo —y de mis brazos, que siempre estuvieron abiertos— todas aquellas personas que no puedan ver esta cualidad por lo que es:
Un valor inmenso.
Uno que ha abierto más caminos que un machete. El mismo que me trajo hasta este lugar en las sombras. Y que ahora, iluminado, no puedo más que imaginar cuán lejos me va a llevar.
Nicole, gracias por compartir este fondo tan lleno de verdad y de imágenes que se sienten en el cuerpo. Hace poco también dije en voz alta: “creo que toqué fondo”, pero no con desesperación, sino con una especie de claridad serena, como si mi cuerpo ya supiera que algo nuevo estaba empezando.
Me quedo con la imagen del agua a temperatura corporal. Yo también he sentido ese útero marino, ese lugar donde no se corre, donde no se escala. Solo se está. Solo se respira distinto.
Leer esto hoy es como un eco. Un recordatorio de que el fondo también puede ser raíz. Que hundirse no es desaparecer, sino volver a nacer desde otro lugar.
Gracias por ponerle palabras a lo que a veces cuesta nombrar.
Simón
a mi parecer es de lo mejor que has escrito, cuando hacemos alquimia con el dolor surge el arte.