¿De qué sirve la longevidad si vivís una vida dejando a tu ser real en las tinieblas?
¿De qué sirve que tus análisis de sangre te den diez puntos si la última vez que te divertiste no te la podés ni acordar?
¿De qué sirve seguir los pasos y reglas que te imponen de afuera al pie de la letra si la desconexión con vos es tan grande que cada día que pasa da exactamente lo mismo?
Casi me olvido.
Casi me olvido que este es el punto.
Cocinar la receta de tortillas de papa que me hacía mi bisabuela Gumer y que la hacía sentir cerca de su España natal, que lleva 14 huevos y el aceite más barato que tenga el supermercado.
No preocuparme por si estoy durmiendo las ocho horas que tengo que dormir porque estoy absorta escuchando a una amiga contarme una anécdota que ya me contó 54 veces antes pero que a las dos nos hace llorar de la risa.
Entender que hay algo más importante que el trabajo y la productividad cuando corto el día para ir a ver a mi ahijada y hacerle upa, que ya tiene 10 años y no sé cuánto tiempo más me va a dejar que la levante en el aire antes de que le parezca cringe mi presencia.
Hacerme las manos porque me hace feliz y porque estos dedos los veo todos los días cuando escribo, cuando me acaricio, cuando explico algo dando un curso, porque mis manos hablan por mí y ver mis uñas pintadas me recuerda a cuando tenía cuatro años y me las pintaba con fibra de colores.
Abrirme al amor y tener conversaciones con 8 hombres al mismo tiempo sin analizar si tienen apego evitativo, ansioso o desorganizado, porque total me dedico a la poesía y la escritura y necesito que me rompan el corazón si quiero material para seguir escribiendo.
Quedarme más tiempo en la cama sin hacer nada más que mirar el celular y googlear cómo es el proceso para llegar a ser Papa, sólo porque soy curiosa y eso debería ser más importante que la rutina perfecta (que nunca fue perfecta para mí).
Festejar con las chicas de la empresa nuestros hitos en lugar de invertir ese dinero en criptomonedas mientras tomo alcohol sin pensar en la inflamación que me va a generar o en las neuronas que se me mueren porque simplemente tengo ganas de brindar mientras el champán me chorrea por las manos cuando les sirvo en las copas a cada una lo que les corresponde.
Probar la torta de chocolate de mi abuela Patri porque el amor también reside en la cocina y la vida es demasiado corta para dejar de sentir placer sólo para optimizar mi salud para llegar a vivir más ¿para qué? si no estoy disfrutando.
Casi me olvido que el punto del bienestar es, justamente, estar bien. Casi me olvido que las neurosis que tengo son suficientes de fábrica y no necesito sumarme más. Casi me olvido que todo lo que hago para cuidarme es para poder disfrutar más de la vida con todos mis sentidos, no para optimizarme. Casi me olvido que el trabajo que hago en mi sistema nervioso es para poder recibir más en mi cuenco interior y sentir con mayor intensidad el dolor y la alegría. Casi me olvido que a partir de la conexión humana han salido las mejores piezas de arte del mundo. Casi me olvido que lo que peor me hace es tenerme miedo a mi misma. Casi me olvido lo que dijo Mary Oliver:
Simplemente hermoso, gracias Nico! :)
QUE BELLEZA